En mayo de 2016, dos botellas que cayeron de un estante se rompieron y provocaron un derrame de sustancias químicas en un laboratorio de la Universidad Estatal de Sacramento.
El líquido rozó las piernas de un estudiante y empapó los pies de otro.
Cinco empleados limpiaron el desorden, aunque nadie sabía con certeza de qué se trataba y si la sustancia era peligrosa. Poco después, llamaron a su colega Kim Harrington, quien es también su representante sindical, para informar lo sucedido.
Inicialmente, se pensó que el derrame era acetona, un solvente utilizado en muchos quitaesmaltes y que puede irritar la nariz, la garganta, los ojos y la piel, en niveles de exposición entre moderados y altos. El campus no identificó el líquido hasta el día siguiente, cuando el personal determinó que las botellas rotas no solo contenían acetona sino otro solvente más dañino, llamado dimetilformamida, una conocida toxina hepática que puede causar dolor abdominal, mareos, problemas en la piel y náuseas.
"Nadie sabía exactamente qué era, así que lo limpiaron de forma equivocada", relató Harrington. "Dos estudiantes resultaron quemados, y nuestro personal estuvo expuesto a ello. Eso nos puso en vías de descubrir... qué tan seguro es este entorno".
La Oficina del Rector de Cal State, concluyó la evaluación, "no brindó un liderazgo efectivo para garantizar que sus campus aborden las cuestiones de salud y seguridad relacionadas con la presencia de materiales peligrosos". La oficina no verificó que los planteles informaran sistemáticamente sobre la seguridad, o convocaran los comités requeridos para discutir tales preocupaciones, indicaron los auditores.
La auditoría recomendó crear una "plantilla uniforme de informes de salud y seguridad" para noviembre próximo, y la creación de un comité de seguridad para todo el sistema. La Oficina del Rector, afirma el documento, debería exigir que los campus informen sobre las inspecciones de seguridad cada año.
Después del derrame, Harrison comenzó a preguntar a sus colegas sobre la seguridad en sus laboratorios. "Las manijas de las puertas se están oxidando. Las bandas de goma se disuelven", respondió Cathy Hutchinson, técnica de biología en Channel Islands. "Ellos están expuestos ocho horas al día. Allí está su oficina, allí almuerzan".
Los campus no verificaron que el equipo de laboratorio diseñado para prevenir lesiones sea completamente funcional, indicó también la auditoría. Las reglamentaciones estatales exigen que las estaciones de lavado de ojos y el equipo de ducha sean sometidos a limpiezas mensuales para garantizar su correcto funcionamiento, pero solo Channel Islands mantuvo este calendario. San Diego dejó pasar nueve meses entre el enjuague de las estaciones de lavado de ojos; Sonoma esperó casi dos años entre una revisión de sus duchas y la siguiente. Una auditoría en 2001 había encontrado problemas similares.
Según una encuesta general en todo el sistema, 18 de 193 empleados -de un total de 13 campus- respondieron que habían necesitado protecciones que no siempre encontraron disponibles.
Además, tres campus no contaban con los letreros requeridos como advertencia sobre el asbesto en las entradas de las salas de máquinas.
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